miércoles, 17 de noviembre de 2010

Un nuevo capítulo en la historia beat


Quién: Paul McCartney
Cuándo: 10 de noviembre
Dónde: Estadio de River Plate
Por qué: Para presentar el "Up and Coming Tour"
Cómo: Excelente

Si no fuera porque uno ya lo sabe de antemano, nadie podría creer que ese hombre tiene sesenta y ocho años, con la vitalidad y la energía con la que lleva adelante un show de ¡dos horas cuarenta de duración! Casi siete décadas sobre sus espaldas, y todavía está lejos de retirarse y privarse de subirse a un escenario para hacer lo que más la gusta: música. Cerca de cincuenta años pasaron de aquella fervorosa beatlemanía que para algunos no duraría más de un verano y que sin embargo se inmortalizó para siempre. Cincuenta años más tarde, Paul McCartney conserva esa frescura permanente de divertirse arriba del escenario como un chico que juega a provocar emociones con su bajo y con su voz.

"Venus and Mars", del histórico álbum "Band on the Run" del grupo Wings, es el puntapié inicial a las nueve en punto de la noche para lo que será una velada histórica. McCartney está pisando un escenario argentino tras diecisiete años y nadie quiere perderse un detalle de lo que sucede. No sólo cada tema, sino que cada movimiento y cada palabra de Paul es festejada por los casi cincuenta mil fans que colman River. Con plena simpatía y buen humor, dispara “¡Hola, porteños!”, y el tipo desata la primera gran ovación metiéndose a todos en el bolsillo, incluso antes de la primera joya beatle de la noche, "All my Loving". Más de la mitad del setlist pertenece a su período junto a The Beatles, algo esperado por sus fans y alimentado especialmente por la presencia de tanta banda tributo dando vueltas. Pero qué mejor que escuchar en vivo a la mayor autoridad de entre las autoridades para tocar temas de los Fab Four, justo él, que formó parte de esa historia y que le rinde tributo a los dos beatles fallecidos. A George con una versión de "Something" –con ukelele incluido– y a Lennon con "Here Today" y un fragmento de "Give Peace a Chance", que la engancharon al himno "A Day in the Life".

Un soberbio acompañamiento y una medida desprolijidad rocker son los componentes necesarios de una banda que está a la altura de las circunstancias y de las exigencias musicales de Paul, quien siempre supo rodearse de buenos músicos (y esta vez no es la excepción). Lo secundan Rusty Anderson y Brian Ray en guitarras, Paul Wickens en teclados y Abe Laboriel Jr. en batería.

Además de desplegar su intacta voz, Paul ejecuta un variado set de instrumentos que incluye varias guitarras eléctricas –"Paperback Writer" lo toca con la misma que se usó para grabarlo allá en 1965– algunas acústicas –inolvidable el momento en que ejecuta "Blackbird" completamente solo en el escenario, o "Yesterday", llegando al final– y, por supuesto, su emblemático bajo Hofner con forma de violín que inmortalizó desde sus años con The Beatles. Todo esto sin contar las canciones que toca desde su piano, donde se destaca una trilogía imbatible que arrancó con "Let it be", "Live and Let Die" (y toda la parafernalia de explosiones y fuegos artificiales que acompañan el tema y que inundaron de olor a pólvora el Monumental) y "Hey Jude", cuando el estadio se convierte en un gigantesco fogón donde los deseos de McCartney son órdenes y cantaban los hombres, las mujeres o todos juntos, según lo dispone el maestro de ceremonias. Falta todavía media docena de bises, entre ellos "Helter Skelter", "Get Back", "Sargent Pepper´s Lonely Hearts Club Band" y "The End", para un apoteótico final que hace pensar que casi veinte años de espera desde su primera visita en 1993 no fueron nada.

McCartney es un viejo lobo, maduro, sabio y experimentado. Pero no por viejo se pierden las mañas y ese viejo lobo todavía tiene hambre. Hambre de gloria y de conquistar una vez más a su público (como si hiciera falta). McCartney no se contenta con haberse convertido en una leyenda viviente. La leyenda sigue creciendo y se alimenta día a día, show a show, acorde tras acorde. El viejo lobo va por más y no se sabe cuándo será su último ataque. Por suerte todavía falta mucho.

Fernando Piscitelli

(Nota publicada en Cinemarama)