miércoles, 5 de mayo de 2010

Crónica de una noche histórica


Quién: Charly García
Dónde: Luna Park
Cuándo: Viernes 30 de abril
Por qué: Gira “Tengo que volverte a ver”.
Cómo: Excelente

Es sabido que a Charly García nunca le gustó tener un techo o un tope, y es por eso que con cada show que viene haciendo desde su retorno en octubre del año pasado redobla la apuesta y agrega nuevas canciones –entiéndase nuevas en ambos sentidos; las que compuso últimamente, “Deberías saber por qué” y “La medicina” y viejos temas que hacía años que no ejecutaba en vivo, como “Filosofía barata y zapatos de goma”, “Esperando nacer” o “Nuevos trapos”. Además de ir renovando el repertorio, su voz está cada vez más clara y firme y lo mismo ocurre con la ejecución del piano, que hace unos meses era un poco más tímida, pero ahora lo hace de manera mucho más segura. La gente que colmó el Luna Park el viernes vivió dos horas y media muy intensas donde la adrenalina y la emoción se alternaron para no dejar ni un hueco vacío.

Cuando Charly invitó a subir a León Gieco, ocurrió algo que tal vez era impensado años atrás; García pasó a ser homenajeado en su propio show con una versión de “Los Salieris de Charly”, y se limitó a escucharla –disfrutarla, mejor dicho- y tan solo acompañó con unos acordes y unos coros desde su piano. Otro rastro más de un renovado Charly que no para de superarse a sí mismo, aunque paradójicamente esta siempre fue una característica de este artista.

Otros invitados que pasaron por el escenario a compartir la noche con García fueron los ex Serú Girán David Lebón (en “Esperando nacer”) y Pedro Aznar (en “Perro Andaluz”) pero sin duda alguna el momento cumbre del show fue cuando subieron juntos al escenario para meter al Luna Park en una especie de máquina del tiempo y recordar los años de esa mítica banda que fue Serú Girán con una hermosa versión de “Seminare”. Desde la reunión de Serú del año 1992, García, Lebón y Aznar se habían juntado una sola vez en escena, que fue al poco tiempo de haber fallecido el otro integrante de esta gran banda, el baterista Oscar Moro. Lo cierto es que el estadio se vino abajo al vivir ese momento único, con lágrimas en los ojos de algunos de los presentes, lo cual no era para menos.

García juega; se divierte, va y viene, se sienta en el piano, se levanta, arroja algún pie de micrófono como para no perder todas las mañas y lanza frases típicas de su intacto sentido del humor. “Yo no sé qué carajo es el Bicentenario, pero tengo una linda canción para cantarles”, y arremete con su versión en clave de rock sinfónico del Himno Nacional Argentino con la bandera celeste y blanca copando las pantallas. ¿Acaso García ya es un prócer? Creo que a esta altura ya no hay muchas dudas al respecto.

Llegando al final, el escenario quedaría en llamas tras “No toquen” y como para cerrar de manera intimista y sutil, nada mejor que una versión a solas con el piano y el público de “Canción para mi muerte”. Deja el escenario faltando una estrofa para el fin y la gente –su gente- la finaliza en su ausencia. Un show que fue una muestra más de lo imparable y auto-superador que está García a nivel musical y, sobre todo, personal.

Fernando Piscitelli

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